11 de octubre de 2011

Siento no poder.




Hay días como hoy, en los que debería acostarme sin más. Debería darle una patada al mundo y dejar de preocuparme, cerrar los ojos hasta que la luz de un nuevo amanecer me obligue a abrirlos.
Debería, debería. Pero no puedo.
Disfruto tanto con mi propio malestar que me obligo a pensar más minutos de los necesarios. Entonces la realidad se hace una bola cada vez más grande, adquiriendo mayor diámetro y se atasca en el espacio comprendido entre la razón (y el sentido) y los banales y peligrosos sentimientos.
No fluye ninguna corriente; ni positiva, ni negativa (¡qué bien me vendría un poco de alegría ahora mismo!). Estoy como atascada, entumecida, desorientada.

      Odio que las cosas se pongan en mi contra un día al azar del calendario.
Odio además que ese día coincida en un lunes.
Odio aún más que te pongas de acuerdo con todas esas cosas que odio y me hagas odiarte a ti y a tu odiosa ausencia fantasmal. 
Y es que sé que estás, pero no sé dónde encontrarte.
Y quiero buscarte a tientas en el abismo, pero me cortan los brazos.
Deseo volar para rescatarte, pero me atan las alas con candados.


Ya lo ves. Con mis interminables defectos sigo aquí, dispuesta a darlo todo de mí y más si es por ti.
Siento no poder quitármelos cada vez que te abrazo, cada vez que te recuerdo, como si fueran un abrigo o un disfraz. 
Siento no tener unas virtudes que eclipsen todo lo malo de mí.
Pero si algo tengo claro, es que  "no sabrás todo lo que valgo hasta que no pueda ser junto a ti todo lo que soy"*

*(Gregorio Marañón)