31 de marzo de 2014

Suspiro de irrealidad.

31/3/2014 - Quatre ans
He aprendido a querer tus manías y tus ilusiones. A hacerme un hueco entre ellas y colarme en tu vida. He conseguido, tras noches y noches a tu lado, aprenderme el trazo de tu piel camuflada en la sombra, de tu sonrisa meciéndose en la noche, de tu pelo brillando como plata desgastada.
He sido sol de primavera, y lluvia estival contigo.
He comprendido que enamorarse es un estado de incredulidad permanente, y es no despertar de un sueño.
Me he dado cuenta de que los besos saben mejor cuando me ha dado tiempo a echarte de menos, y que las despedidas siempre llegan demasiado pronto.
Me miras, con ese brillo que me atrapa. A veces con ternura, otras con deseo, y otras con arrepentimiento.
Y me tomas, con furia y delicadeza. Me apartas el pelo, me besas el cuello, me haces florecer.
                Me preguntan por ti, y digo que eres inexplicable. Como la tormenta, como el universo, como sonreír hasta olvidar por qué, como la calma, como la misma felicidad.
Y es que por fin he aprendido a desnudarme y no sentir pudor. A quitarme la piel y dejar mi vida en tus manos sabiendo que me cuidarás.
He guardado silencio mirándote, para no ensuciar la paz de momentos preciosos. Acariciando tu cuerpo, viajándote ida y miles de vueltas con mi mirada.
He querido compartir cada segundo de mis días, noches y madrugadas, sin saber por qué y deseándolo todo. Me he sometido al amor sin amparo y sin remedio.
He deseado parar el tiempo de forma indefinida y aprovechar la infinitud para que me abraces como sólo tú puedes hacerlo. Que bebas mis lágrimas y te emborraches, como cuando siempre me descubres llorando sin razón.
             Llegaste a mi vida y te reconocí como si hubiera estado esperándote. Por eso, cuando tu amor me sacudió, cerré los ojos y me dejé guiar hasta perderme.
Te siento en mi vida. Estás, eres. Y sé que te he encontrado.






31 de marzo de 2013

Hace 1095 días

31/03/10 - 16:55h. 
Las manos me sudan y el corazón me late desubicado. No tengo ni idea del disparate que yo misma pretendo hacer... aunque en realidad son miles de dudas las que me interrogan.
Una parte calmada y racional me susurra que me vaya y deje pasar el tren. Que vuelva a casa y continúe con mi vida. Que me invente cualquier excusa que me aleje de ese vórtice de locura.
Otra, sin embargo, que retumba y me hipnotiza con su eco, me empuja a montarme en el vagón que me lleve hasta donde he estado deseando largos meses. Que me deje llevar, que me enamore.
Y casi sin darme cuenta, estoy sentada junto a la ventana del tren, viendo pasar kilómetros intrascendentes de paisaje que se hacen eternamente fugaces. Y no obstante me da tiempo a arrepentirme y reafirmarme tantas veces que casi parecen imposibles.
Pienso en él, en nuestro plan establecido para encontrarnos, y un escalofrío me llena de horror y de satisfacción. Atrapada en la estrechez del vagón sólo me apetecería correr en un rumbo que no tengo del todo claro.
Todo pasa mucho más rápido ahora, y sólo siento el pulso acelerarse en el cuello a medida que los metros se restan.

Una melodía que tantas veces he escuchado, ahora me provoca ansiedad... y la voz metálica que la acompaña anunciando la próxima parada me resulta, cuanto menos, sentenciosa.
"Es ahora o nunca", pienso. Y mis piernas elevan el peso del cuerpo trémulo hasta llevarlo a la puerta más inmediata. Me parece un triunfo haberme acercado hasta allí... las piernas casi no me sostienen, y al darme cuenta de que los cristales me reflejan, me siento incluso sorprendida.
Me sonrío sin convicción, casi con pena, intentando distraerme pensando en las razones que me han traído hasta allí... pero estoy más pendiente del escenario de fondo que cambia de túnel oscuro a andén abarrotado.
Inmediatamente mis ojos intentan encontrarle entre los rostros de toda esa multitud, aunque sepa que es imposible distinguir nada con tanta velocidad.
Poco a poco el tren va parándose en la estación, e inversamente mi pulso se acelera. Las puertas se abren en último término y sólo tengo que bajar a la "Tierra Prometida".
Fugazmente la voz calmada en mi cabeza me dice que vuelva a subirme... que desaparezca, pero no quiero oírla: hoy no.

Bajo del vagón y disimuladamente busco su sonrisa, la camisa blanca que prometió ponerse para recibirme. Le sigo buscando mientras los andenes van quedándose desiertos y todo parece ir lento ahora.
Por fin, la niebla de gentío se disipa e insinúa su figura en mitad del andén...  sonrío, esta vez convencida, y sé que ha merecido la pena ir hasta allí.
Antes de que haya asimilado la situación estoy frente a él, sintiendo su mirada brillante, segura y valiente, frente a la mía... y aún mucho antes de que sea capaz de articular alguna tontería para romper el hielo, sus labios me han callado y no siento nada alrededor. No siento miedo, no siento incertidumbre, no siento ganas de correr. El tiempo se ha parado sin saber cómo.
Cuando abro los ojos vuelvo a encontrarle a escasos centímetros, sintiendo su aroma en las sienes y los pulmones. Me dedica una sonrisa, la más bonita que recuerdo, y me siento drogada.
Creo que ese momento me ha sentenciado sin piedad... y entonces no puedo hacer más que abandonarme y volver a hundirme en él.




2 de diciembre de 2012

Avant l'amour (Prélude)

Nuestro reencuentro es inminente; es sólo cuestión de horas.
Horas previas que me saben a gloria y a ilusión. Horas que intento retener el mayor tiempo posible,aunque algo dentro de mí esté deseando que esa distancia compuesta de segundos caducos marchite lo más rápido posible.
Me hace feliz recrearme en imaginar el beso que le daré nada más verle; la sonrisa que me dedicará; el escalofrío que encenderá con la caricia de sus yemas ásperas.
Me hace aún más feliz ser incapaz de adivinar cada uno de los pequeños detalles (únicos) que iré descubriendo cuando esté a mi lado.
Siento casi los mismos nervios del primer día a pesar de tantos meses como han pasado en nuestro calendario personal... y es eso lo que me hace estar segura de que me mantengo viva; de que sigo enamorada.

Antes del amor aguardo con una sed desértica y ansiosa que me cosquillea en la garganta. Ansío el manantial de agua salvadora que son sus labios y sus manos. Siento un anticipo de vida, de victoria. Pareciera que no hay nada contra lo que sea imposible luchar. Me siento fuerte, me siento invicta. Me siento David asiendo la cabeza de Goliat.
Antes del amor ya no quedan melancolía ni noches en vela. Sólo el deseo de paladear la ilusión que me provoca volver a tenerle. Quiero que el tiempo vuele parsimonioso y torpe como una mariposa.
Antes del amor, florece la primavera en mi pecho de piedra.
Antes del amor, vuelvo a tener esperanza.



9 de junio de 2012

Après l'amour.


Rozo su garganta con los dedos. Siento la piel palpitante, oscilando entre sutiles escaladas y caídas con el viaje de la sangre. Deseo sentirlo para siempre. Deseo que el momento no acabe.
Pero no me da tiempo a terminar mis conjuros. Abro los ojos bajo la lluvia, como si me hubieran abandonado ahí al azar, tragando bocanadas de humedad fría a dos palmos de mi puerta, y entonces soy consciente de la realidad, de que los momentos en los que prometí quedarme, me han traicionado y se han extinguido.
Me siento como si hubiera despertado de un largo letargo inducido por alguna droga aniquilante. Y también siento frío: la lluvia sigue empapándome con un estúpido intento por hacerme reaccionar. Pero no puedo.
Quisiera volver adonde estuve momentos atrás, en los que estaba segura de conocer la felicidad. La felicidad que lleva su nombre; la única que existe para mí ya.
Y así me quedo, enmimismada, como si fuera de mármol.
 
Después del amor siempre me queda una resaca más dolorosa que la que pudiera engendrar una noche de tequila y vino. Sólo quedan fantasmas, de sus abrazos que ya no me rodean, de sus besos que ya no me callan, de sus ojos que ya ni me miran ni me absorben. Sólo queda ausencia y la cama es demasiado grande. Tanto que se me olvida dormir y soñar.
Después del amor sólo queda melancolía, ganas de volver y no regresar. De parar el tiempo y que no queden horas ni noches en vela.
Después del amor, marchita temporalmente todo lo que había florecido.
Después del amor, sólo me queda el recuerdo.

3 de abril de 2012

Manía adulterada.


Y quizás lo que más hería mi orgullo de leona desgastada y amedrentada, era el mero hecho de tener que rendirme. El tener que conformarme con la derrota; el tener que dejar escapar el júbilo por el inexistente espacio que quedaba entre los labios, tan juntos que hasta las mandíbulas las sentía temblar.
No podía renunciar, no entonces, y desde luego, no cuando estaba todavía en un punto alejado completamente de la realidad. No cabía en la mente siquiera imaginarlo.
El odio me rugía en el pecho, desesperado por salir apenas transformado en un hálito tibio, mientras sabía que aquello era demasiado despreciable para sentirlo incluso hacia una persona de la cual sólo conocía el nombre.
     Sentía la suciedad en la conciencia de quien está a punto de cometer una brutalidad premeditada, y el temor de quien guarda un secreto a voces. Y con el tiempo, comencé también a sentir la amenaza de su anónima presencia en cada lugar que pisaba.
Los momentos de dicha empezaron a envidiar a los de tormento. Éstos se hacían cada vez  más largos y frecuentes, y el espectro de ese desdén me devoraba el sueño y el pensamiento.
Hubo un tiempo en que sentí endurecer las venas bajo mi piel, por la sangre envenenada que hervía recorriéndolas. No había duda de que la locura estaba haciendo mella en un recóndito lugar donde (no mucho) antes cupo la razón.
Fue cuando me hice consciente de las pérdidas; de todos y cada uno a los que había querido y que ya no estaban, y cuando me juré que no pararía hasta acabar con el fantasma de mi obsesión.


            Supuse que si lo encontraba cara a cara, y comprobaba que era de carne y hueso, ese hechizo se rompería y yo volvería a ser libre de nuevoY descansaría. Y tal vez, te volvería a rescatar a mi lado.

27 de diciembre de 2011

La sonrisa de la Luna.


La exhibe burlona, sarcástica, irónica incluso. Cuando más respuestas necesito que me dé. Cuando la noche es tan oscura y tan fría, que un poco de luz compasiva no me vendría nada mal.

Ruego, rezo, lloro, pero eso alimenta su osadía y su sonrisa parece si cabe más blanca, más malévola.
Y mientras tanto el silencio me sigue ensordeciendo, las respuestas que no me han sido dadas retumban en la nada, y el viento, único testigo, agiganta mis ganas de gritar.

       Las piedras que arranco del suelo magullándome las manos, las lanzo al infinito, con la inútil intención de herirla, y me son devueltas con la ira multiplicada. Y la sangre que brota de los rasguños, se baña con una tenue luz nácar, asemejándose más a eyaculación profusa que a herida abierta y doliente.

Pero muy a mi pesar, aunque los dioses parezcan estar lejos, muy lejos, escondidos tras la Luna, este es un lugar perfecto para notar las estrellas un poco más accesibles sin embargo. Para sentir el mareo del mundo girar con cada segundo que pasa; para ver el dolor garabateado en los rostros de quienes lo habitan.
Es idóneo pero tú no estás aquí.
Las respuestas que busco noche tras noche llevan tu nombre grabado a fuego, aunque no puedas percibir el humo. Quizás (y sólo quizás) no las recibo porque me faltas y me dueles.
Me dueles con placer y alegría, con desgarro y noches en vela. Con recuerdos, deseos, caricias, tus manos sosteniéndome el pelo, tus ojos ahogándome en un abismo de locura, crucificándote a besos, con mis lágrimas mojándote la camisa, con tu perdón enganchado al oído, te abrazo más fuerte, me sigo deshaciendo, me besas, me siento contrariada, te amo, te odio, te odio otra vez, pero el 'te amo' me acaba venciendo, me lo susurras, me siento morir.

               Al final caigo sobre mis rodillas en lo alto de ese extraño paraje de sufrimiento y melancolías.
Me doy por vencida, siento una espada atravesándome el esternón y las costillas, una mano haciendo cabos náuticos en mi garganta, la luz del alba traicionándome a cara descubierta, esa que alguna vez fue mi cómplice cuando te tuve entre mis brazos largas noches.
La sonrisa de la Luna se mantiene impasible mientras avanza hacia el horizonte.
Ni una sola caricia, ni un beso robado, ni un adiós. Nada me salvará al final de esta noche.

11 de octubre de 2011

Siento no poder.




Hay días como hoy, en los que debería acostarme sin más. Debería darle una patada al mundo y dejar de preocuparme, cerrar los ojos hasta que la luz de un nuevo amanecer me obligue a abrirlos.
Debería, debería. Pero no puedo.
Disfruto tanto con mi propio malestar que me obligo a pensar más minutos de los necesarios. Entonces la realidad se hace una bola cada vez más grande, adquiriendo mayor diámetro y se atasca en el espacio comprendido entre la razón (y el sentido) y los banales y peligrosos sentimientos.
No fluye ninguna corriente; ni positiva, ni negativa (¡qué bien me vendría un poco de alegría ahora mismo!). Estoy como atascada, entumecida, desorientada.

      Odio que las cosas se pongan en mi contra un día al azar del calendario.
Odio además que ese día coincida en un lunes.
Odio aún más que te pongas de acuerdo con todas esas cosas que odio y me hagas odiarte a ti y a tu odiosa ausencia fantasmal. 
Y es que sé que estás, pero no sé dónde encontrarte.
Y quiero buscarte a tientas en el abismo, pero me cortan los brazos.
Deseo volar para rescatarte, pero me atan las alas con candados.


Ya lo ves. Con mis interminables defectos sigo aquí, dispuesta a darlo todo de mí y más si es por ti.
Siento no poder quitármelos cada vez que te abrazo, cada vez que te recuerdo, como si fueran un abrigo o un disfraz. 
Siento no tener unas virtudes que eclipsen todo lo malo de mí.
Pero si algo tengo claro, es que  "no sabrás todo lo que valgo hasta que no pueda ser junto a ti todo lo que soy"*

*(Gregorio Marañón)

21 de septiembre de 2011

Palabras al viento (de tu aroma).

Siempre me siento en el mismo lugar, sola, sin compañía, con la intención de que las palabras fluyan desde el desván de mi cerebro.
La pereza, o quizá la desgana, me susurran al oído lo que ya sé: "te faltan ideas...¿y tu inspiración?" y acabo por dejar aquél lugar y desviar mi atención hacia cosas "más" importantes.
Quizás es que no encuentro las palabras adecuadas a lo que quiero decir, o simplemente sea más sencillo (y contradictorio) todavía y las palabras que quiero usar no encuentran nada que decir.
Sí, eso parece lo más razonable...
Sólo se me aparecen trazos con significados aparentemente conocidos, en forma de una especie de diapositivas sin censura. Y entre todas ellas hay imágenes conocidas, imágenes de lo que deseo, de quien deseo (Tú) introducidas como mensajes subliminales en campañas publicitarias.

Mi atención se desvía y ya si que no sé qué decir con la boca o con los dedos, porque mi cabeza comienza a hablar en otro idioma cuyo nombre desconozco, cuyos signos no sé representar.
Sólo siento descarga, electricidad, corrientes, abismos y vórtices.
No siento tiempo, no siento espacio, no siento consciencia. No siento palabras, ni sonidos, ni razón.

Calor, vida, muerte, ansiedad, tranquilidad, anestesia, dolor, felicidad, amargura, dependencia, libertad.


No sé qué es y me perturba. No sé por qué aparece siempre que las imágenes se parecen a ti. No sé desde hace cuánto tiempo.
No sé si tú también.



27 de junio de 2011

Un último café.















El último café que recuerdo es el de tus ojos oscuros y fulminantes.
Intenso no al modo de los cafés italianos (que suelen ser más bien cortos)...no. Una intensidad que va más allá de eso, una intensidad que se queda impregnada y permanece, como acompañándome.

Desde ese momento, no he podido quitarme el sabor que tu mirada me dejó.
Cuántos cafés...¡cuántos! habré probado tras estar contigo, y ninguno ha sido capaz de revivir sensación alguna en mis sentidos malheridos y drogados.

Estoy deseando volver a encontrarme contigo para que el sabor que reside en mi recuerdo vuelva a estallar y me convenza de que eres tan real como el suelo ardiente bajo el sol o el suspiro que se me escapa entre los labios, al recrearme una y otra vez en esa inconfundible sensación.

31 de marzo de 2011

Una luz que nunca se apaga.

Qué bonito nombre para un significado tan utópico. Esperanza.
1. f. Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.

Es algo tan abstracto pero tan cercano sin embargo...
Siempre estará ahí cuando nos sintamos desalmados, cuando no veamos un horizonte en el fondo del paisaje o de la existencia misma, cuando creamos perdido a alguien en nuestra vida. Siempre.
Siempre será la pequeña llama que te queme por dentro, que te inste a continuar, o a desear simplemente, hasta el abatimiento.
Incluso la última ceniza prenderá con una minúscula luz, aunque casi no se pueda ver, aunque casi sea efímero.
No lo niegues.

¿Escepticismo?
Frente a eso, te diré, que sí, que la esperanza también es esa sensación mínima de felicidad ante la tormenta oscura, una felicidad inocente porque tenemos esa humana respuesta de evasión llamada imaginación.
¿Qué se escapa de nuestro dominio con ella?

Entre otras tantas cosas, la esperanza nos humaniza...será por eso que somos una especie tan obstinada, irreflexiva...tan débil.