27 de junio de 2011

Un último café.















El último café que recuerdo es el de tus ojos oscuros y fulminantes.
Intenso no al modo de los cafés italianos (que suelen ser más bien cortos)...no. Una intensidad que va más allá de eso, una intensidad que se queda impregnada y permanece, como acompañándome.

Desde ese momento, no he podido quitarme el sabor que tu mirada me dejó.
Cuántos cafés...¡cuántos! habré probado tras estar contigo, y ninguno ha sido capaz de revivir sensación alguna en mis sentidos malheridos y drogados.

Estoy deseando volver a encontrarme contigo para que el sabor que reside en mi recuerdo vuelva a estallar y me convenza de que eres tan real como el suelo ardiente bajo el sol o el suspiro que se me escapa entre los labios, al recrearme una y otra vez en esa inconfundible sensación.